Con
la excusa del Día de Extremadura y con vuestro permiso, me tomo la licencia de
reivindicar el orgullo alcollarinejo; la autoestima sin arrogancia de las
pequeñas poblaciones, donde sin duda aún reside el auténtico carácter recio y a
la vez afable de los habitantes de nuestra región con su lento y pausado
discurrir, pero al mismo tiempo de voluntad inquebrantable en su empeño por
lograr cualquier meta.
El
Día de Extremadura, se podría decir que es la celebración del sentir colectivo
extremeño. Básicamente, nos sirve para ser festivo en el calendario laboral.
Las instituciones y sus representantes se prestan a elaborar discursos y
puestas en escenas dando paso a la cultura.
Simbologías
como el himno, la bandera, la festividad de la Virgen de Guadalupe, el
folklore extremeño, entre otros muchos, constituyen elementos que pueden
concitar grandes consensos, tan necesarios en estos tiempos. Algo así como razones
determinantes que reafirman un pasado y una historia en común. De ahí que se
catalogue como el día de todos los extremeños.
Esta
celebración, por tanto, puede o no ser compartida tanto en el fondo como en la
forma, que ahí seguro que somos muchos los que podemos diferir. Pero en un país
en el que no van muy bien las cosas, siempre puede ser bueno tener la excusa
para pararse y reflexionar sobre lo que hemos hecho entre todos, y lo que
significa Extremadura en la historia de nuestro país.
Necesariamente,
también tiene que ser la excusa para exigir a nuestros gobernantes autonómicos
más compromiso con la
Extremadura rural, a la que sólo suelen mirar y visitar en
época electoral. Pero por encima de todo, debería ser un día de reflexión de
todos sus habitantes, para darnos cuenta de lo que somos capaces uniendo
nuestras fuerzas por el bien común.
Pueblos
como Alcollarín poco pueden esperar de las instituciones en estos tiempos en
los que, con la excusa de la situación económica, casi todo son negativas y, en
el mejor de los casos, retrasos indefinidos en la concesión de los recursos muchas
veces imprescindibles para la subsistencia de las pequeñas poblaciones que
conforman lo que ya históricamente se denomina Comunidad Autónoma de
Extremadura.
Por
tanto para los alcollarinejos, con todos los sentimientos que esta celebración
pueda despertar, el Día de Extremadura también ha de significar trabajo, solidaridad,
ilusión y, por encima de todo, la unión de sus vecinos para sacar adelante un
proyecto común llamado Alcollarín. Ese ha de ser nuestro mayor orgullo todos
los días del año.