martes, 19 de enero de 2016

LA RECUPERACIÓN DE NUESTRO PALACIO

Cuando el Partido Popular se hace cargo de nuestro Ayuntamiento en junio de 2007, tras ganar las elecciones municipales del 27 de mayo, la situación del Palacio Pizarro-Carvajal era de una total ruina amenazando derrumbe. A pesar de ser una de sus prioridades el conseguir su titularidad para el pueblo y posterior restauración, no se atrevieron a incluirlo en su programa electoral porque no sabían con qué trabas legales se podrían encontrar. Además existían precedentes de corporaciones anteriores que habían desistido en el intento.

Sin embargo muy pronto, Loli Prados, teniente-alcalde desde entonces, ideóloga y artífice de muchas de las cosas que hemos disfrutado y estamos disfrutando en Alcollarín, se puso manos a la obra. “Lo primero que hicimos -recuerda Loli- fue pedir una nota simple al registro de la propiedad para conocer la titularidad del edificio”.
La mayor parte pertenecía a don Agustín Gutiérrez Cabanillas y hermanos, pero también existían más de sesenta pequeños propietarios repartidos por toda la geografía española: Trujillo, Guadalupe, Cáceres, Salamanca, Zaragoza, Madrid, Cartagena…

A partir de ahí fueron horas y horas de averiguaciones y llamadas telefónicas a cada uno de los propietarios. “En todos vimos una buena disposición desde el primer momento en donar su parte al pueblo -prosigue Loli-, lo cual agradecimos en su día a cada uno de ellos y seguimos agradeciendo. Con algunos mantengo contacto y hasta nació una buena amistad. Por ejemplo mi amiga Tati, de Zaragoza, quien me comentó sus recuerdos de pequeña cuando venía a Garciaz, entre los que se encontraba el inolvidable y delicioso sabor de nuestra morcilla patatera. Desde entonces la envío algún par de vez en cuando para que siga evocando los sabores tradicionales de nuestra tierra”.

Finalmente las escrituras de nuestro edificio más emblemático se firmaron el 2 de octubre de 2008, otorgando al pueblo de Alcollarín la titularidad del mismo. “Aquí me gustaría desmentir rotundamente -puntualiza Loli- los comentarios que circulan por el pueblo, con buena intención supongo, diciendo que Confederación Hidrográfica del Guadiana nos había dado a elegir entre la restauración del Palacio y agua gratis para el vecindario. No es cierto porque el Palacio es propiedad del pueblo en su totalidad y se está restaurando con fondos de la Diputación Provincial de Cáceres, que nada tiene que ver con la Presa de Alcollarín. Decirles igualmente a esas personas, que nada hay gratis en este mundo. Como ejemplo la vecina localidad de Zorita, cuya gratuidad del agua durante años les ha llevado a tener que vender buena parte de su dehesa boyal”.

Como no podía ser de otra manera, la intención de la actual corporación municipal es la de proseguir con su restauración en distintas fases, incluyéndolo en sucesivos Planes Provinciales de la Diputación, que por suerte cada ayuntamiento tiene libertad a qué dedicar, indistintamente de quien gobierne la misma.
Una vez restaurado por completo, se pretende convertirlo en un hotel rural gestionado por el ayuntamiento, generando así puestos de trabajo, como actualmente ocurre con la residencia para mayores.

Cuadra para burros y mulas, zahúrda para cerdos… y sobre todo lugar de esparcimiento y destrozos para varias generaciones de nuestros muchachos, la casa-palacio se conservó en buen estado hasta finales de la guerra civil española. A partir de ahí su deterioro fue constante a pesar de que en 1948 fuese declarado patrimonio cultural. A pesar de lo cual, ninguna corporación municipal ni ningún otro organismo se preocupó jamás por el que a lo largo de nuestra historia ha sido el edificio santo y seña de Alcollarín.

Pero sin duda, el hecho más lamentable y doloroso para muchos alcollarinejos fue el extrañísimo robo de los blasones de su fachada, perpetrado durante la noche del 9 de diciembre de 2001, en el que ningún vecino oyó nada, a pesar de que los ladrones tuvieron que picar alrededor de las piezas nobiliarias, más el estruendo que tuvieron que provocar en su caída desde varios metros de altura, aunque utilizasen pacas de paja, como así parece, para su amortiguación sobre el camión utilizado para llevárselos.
Atribuidos a Diego Pizarro, formaban parte del municipio desde finales del siglo XV o principios del XVI, y de su importancia daba cuenta el Conde de Canilleros, Miguel Muñoz de San Pedro, en su ampulosa obra 'Extremadura, la tierra donde nacían los dioses'.

Desde entonces, su hueco había permanecido visible en la fachada. A simple vista parecía el vano de una ventana, pero los alcollarinejos sabíamos que no era así. Hasta que el 4 de diciembre de 2015 fuesen “recuperados”, gracias a una réplica encargada por la corporación municipal al maestro cantero Manuel Bravo López en Huertas de Ánimas, cumpliendo la promesa realizada en 2008 al firmarse las escrituras del Palacio Pizarro-Carvajal, que pronto lucirá en todo su esplendor como hiciese en sus mejores tiempos.