Cuando el Partido Popular se hace cargo de
nuestro Ayuntamiento en junio de 2007, tras ganar las elecciones municipales
del 27 de mayo, la situación del Palacio Pizarro-Carvajal era de una total
ruina amenazando derrumbe. A pesar de ser una de sus prioridades el conseguir
su titularidad para el pueblo y posterior restauración, no se atrevieron a
incluirlo en su programa electoral porque no sabían con qué trabas legales se
podrían encontrar. Además existían precedentes de corporaciones anteriores que
habían desistido en el intento.
Sin embargo muy pronto, Loli Prados,
teniente-alcalde desde entonces, ideóloga y artífice de muchas de las cosas que
hemos disfrutado y estamos disfrutando en Alcollarín, se puso manos a la obra.
“Lo primero que hicimos -recuerda Loli- fue pedir una nota simple al registro
de la propiedad para conocer la titularidad del edificio”.
La mayor parte pertenecía a don Agustín
Gutiérrez Cabanillas y hermanos, pero también existían más de sesenta pequeños
propietarios repartidos por toda la geografía española: Trujillo, Guadalupe,
Cáceres, Salamanca, Zaragoza, Madrid, Cartagena…
A partir de ahí fueron horas y horas de
averiguaciones y llamadas telefónicas a cada uno de los propietarios. “En todos
vimos una buena disposición desde el primer momento en donar su parte al pueblo
-prosigue Loli-, lo cual agradecimos en su día a cada uno de ellos y seguimos
agradeciendo. Con algunos mantengo contacto y hasta nació una buena amistad.
Por ejemplo mi amiga Tati, de Zaragoza, quien me comentó sus recuerdos de pequeña
cuando venía a Garciaz, entre los que se encontraba el inolvidable y delicioso
sabor de nuestra morcilla patatera. Desde entonces la envío algún par de vez en
cuando para que siga evocando los sabores tradicionales de nuestra tierra”.
Finalmente las escrituras de nuestro edificio
más emblemático se firmaron el 2 de octubre de 2008, otorgando al pueblo de
Alcollarín la titularidad del mismo. “Aquí me gustaría desmentir rotundamente -puntualiza
Loli- los comentarios que circulan por el pueblo, con buena intención supongo,
diciendo que Confederación Hidrográfica del Guadiana nos había dado a elegir
entre la restauración del Palacio y agua gratis para el vecindario. No es
cierto porque el Palacio es propiedad del pueblo en su totalidad y se está
restaurando con fondos de la Diputación Provincial de Cáceres, que nada tiene
que ver con la Presa de Alcollarín. Decirles igualmente a esas personas, que
nada hay gratis en este mundo. Como ejemplo la vecina localidad de Zorita, cuya
gratuidad del agua durante años les ha llevado a tener que vender buena parte
de su dehesa boyal”.
Como no podía ser de otra manera, la intención
de la actual corporación municipal es la de proseguir con su restauración en
distintas fases, incluyéndolo en sucesivos Planes Provinciales de la
Diputación, que por suerte cada ayuntamiento tiene libertad a qué dedicar,
indistintamente de quien gobierne la misma.
Una vez restaurado por completo, se pretende
convertirlo en un hotel rural gestionado por el ayuntamiento, generando así
puestos de trabajo, como actualmente ocurre con la residencia para mayores.
Cuadra para burros y mulas, zahúrda para
cerdos… y sobre todo lugar de esparcimiento y destrozos para varias generaciones
de nuestros muchachos, la casa-palacio se conservó en buen estado hasta finales
de la guerra civil española. A partir de ahí su deterioro fue constante a pesar
de que en 1948 fuese declarado patrimonio cultural. A pesar de lo cual, ninguna
corporación municipal ni ningún otro organismo se preocupó jamás por el que a
lo largo de nuestra historia ha sido el edificio santo y seña de
Alcollarín.
Pero sin duda, el hecho más lamentable y
doloroso para muchos alcollarinejos fue el extrañísimo robo de los blasones de
su fachada, perpetrado durante la noche del 9 de diciembre de 2001, en el que ningún vecino oyó nada, a pesar de que los
ladrones tuvieron que picar alrededor de las piezas nobiliarias, más el
estruendo que tuvieron que provocar en su caída desde varios metros de altura,
aunque utilizasen pacas de paja, como así parece, para su amortiguación sobre
el camión utilizado para llevárselos.
Atribuidos a Diego
Pizarro, formaban parte del municipio desde finales del siglo XV o principios
del XVI, y de su importancia daba cuenta el Conde de Canilleros, Miguel Muñoz
de San Pedro, en su ampulosa obra 'Extremadura, la tierra donde nacían los
dioses'.
Desde entonces, su hueco
había permanecido visible en la fachada. A simple vista parecía el vano de una
ventana, pero los alcollarinejos sabíamos que no era así. Hasta que el 4 de
diciembre de 2015 fuesen “recuperados”, gracias a una réplica encargada por la
corporación municipal al maestro cantero Manuel Bravo López en Huertas de
Ánimas, cumpliendo la promesa realizada en 2008 al firmarse las escrituras del
Palacio Pizarro-Carvajal, que pronto lucirá en todo su esplendor como hiciese
en sus mejores tiempos.